
Montaña de luz
Vivimos la Cuaresma como un tiempo penitencial y mortificante, pero hoy nos sorprende con este evangelio lleno de sol y luz, que da vida.
Desde el desierto de piedras a la montaña de luz; desde el polvo y las cenizas hasta los rostros vestidos de sol. Para decirnos a todos: ánimo, el desierto no ganará, lo lograremos, conseguiremos la paz.
Jesús llevó a tres discípulos con él y subió a una montaña alta. La vida es ascensión, con hambre de verticalidad en el interior. Después del esfuerzo de la subida, vivimos una experiencia de belleza, de la que fluye la alegría sin interés. Alcanzar la cima, respirar aire puro, sentir la libertad y la alegría del encuentro con el Maestro: y allí se transfiguró ante sus discípulos, los tres apóstoles más reacios a aceptar su camino, un destello del cielo para asegurar que su propuesta sea el camino correcto a seguir.
Los tres apóstoles se miran, se emocionan, quedan atónitos, sienten el impacto de la alegría y la belleza: ‘¡qué hermoso estar contigo, maestro!’.
Quisieran congelar esa experiencia, la más hermosa jamás vivida: ‘¡plantemos tres tiendas!’, el más espontáneo así lo manifiesta. Detengámonos aquí en la montaña, es un momento perfecto, ¡el mejor! Hay un Dios para disfrutar, para ser feliz. ¡Para ser escuchado!: «Este es mi Hijo amado: ¡escuchadlo!»
No se puede mantener la felicidad bajo una campana de cristal o encerrarla en una tienda de campaña. Hay un camino por recorrer, sin duda una llanura a la que volver.
Y cuando la luz se apague y se vaya, bajemos de la montaña, pero sin olvidarla, conservemos el recuerdo de la luz vivida.
Así será para los discípulos cuando todo se oscurezca, cuando su Maestro sea apresado, encadenado, burlado, despojado, torturado, crucificado.
Los tres subieron a ver y son enviados nuevamente a escuchar.
Hemos de bajar, involucrarnos en la vida de cada día. A nuestra manera, pese a los contratiempos, las dificultades y los inconvenientes de la vida que siempre ponen a prueba nuestra fe.
Como los apóstoles, incluso para nosotros será necesario que en nuestros inviernos busquemos en los archivos del alma las huellas de la luz, el recuerdo del sol para sostener nuestro corazón y nuestra fe.
¡Ánimo, lo lograremos! ¡Conseguiremos la paz!
P. Francesc Mulet i Ruís Sch. P.
Domingo 13 de Marzo de 2022 | Domingo 2º de Cuaresma
Lucas 9, 28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

FRANCESC MULET I RUÍS
Escolapio
Nacido en Gata de Gorgos (1949), actualmente Secretario General de la Orden y Rector de la Casa de San Pantaleo de Roma